martes, 5 de agosto de 2008

Recibir a manos llenas


Tan importante como saber dar es saber recibir. Al primer don lo llamamos generosidad; al segundo, gratitud. Se canta más el primero y, sin embargo, sin la reciprocidad del segundo, queda reducido a un aullido en el desierto, privado hasta del consuelo del eco. Quizá por eso los mongoles, que, como los griegos de Homero, hacen de la hospitalidad ley, consideran una ofensa que el visitante acepte los regalos y los alimentos que se le tienden con una sola mano. Hacen bien: no se puede aceptar a medias lo que se da a manos llenas.
No todo el mundo está a la altura de los regalos que se le ofrecen. Sólo los merecen quienes los reconocen como tales y los acogen con ambas manos. Lo he aprendido ahora.