lunes, 4 de agosto de 2008

De tigres y sueños*

En la infancia yo ejercí con fervor la adoración del tigre: no el tigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en el Zoológico; yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres. (Todavía me acuerdo de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error la frente o la sonrisa de una mujer). Pasó la infancia, caducaron los tigres y su pasión, pero todavía están en mis sueños. En esa napa sumergida o caótica siguen prevaleciendo y así: Dormido, me distrae un sueño cualquiera y de pronto sé que es un sueño. Suelo pensar entonces: Éste es un sueño, una pura invención de mi voluntad, y ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre.
¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueños saben engendrar la apetecida fiera. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble, o con impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible, o harto fugaz, o tirando a perro o a pájaro.


Woodcut by Antonio Frasconi used for the cover of Dreamtigers
(English translation of El hacedor).

* A la Bruja Buena del Noreste, por su curiosidad sin fondo: '(...) la pesadilla, esa suerte de tigre en los sueños (...)'.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

(Por allí por las alturas las escobas hacen huelga entre semana. Cómo está el servicio y cuán agradecida se siente una de que le dediquen unas palabritas.)


Tres tristes tigres -de ahí el libro por leer de Cabrera Infante, porque avisada estoy de que, de tan malabarista lingüista, lo venden con cajita de aspirinas- comían trigo en un trigal y a los de oro no hay quien los reconduzca a los sueños ni batiendo palmas. Tigres, espejos, jardines, rosas, bibliotecas, laberintos. Pienso que a él le habría gustado el retrato de Bergamín: El que sólo busca la salida no entiende el laberinto y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido.

Al hilo de la teología como rama de la literatura fantástica, que dé un paso al frente quien sepa cómo traducir -sin hacer trampa con el tigre, traidor, nunca mejor dicho- 'El hacedor', infinitamente más que un Dios para agnósticos.

Nora Gale dijo...

Gracias por las gracias, y por las nutricias observaciones que las acompañan. Magnífica la reflexión de Bergamín sobre el laberinto y, desde mi menor conocimiento, pienso que sí, que le habría gustado. De algún modo, lleva a Ítaca.
No seré yo desde luego la osada que dé el paso al frente o lapide al traductor. El reto era grande, y los desvíos tigreños pueden verse también como una señal de respeto y así no nombrar lo innombrable.